Ojalá, siempre juntos



Una vez más tus ojos se aparecen en mi mente. Me golpea un dolor sordo en el centro del pecho, un nudo se forma lentamente en mi garganta ahogando las palabras que ansían por salir siempre que pienso en ti. Mi respiración se acelera, siento como el aire entra y sale de mis pulmones, pero no me llenan. Ya nada puede llenar el vacío que dejaste.
Oigo el eco de tu silencio martillear mi mente; mis pensamientos vuelan, no sé dónde van. Sólo espero que allá donde andes, ellos te lleguen en forma de dulce caricia sobre la mejilla. Suaves como aquel último beso que me diste la noche antes de partir y dejarme aquí tan sola.
Siento si esta carta hace que te sientas mal, pero el recuerdo de todos aquellos momentos vividos, y el saber de todos aquellos que no llegarán porque tú no estarás, me hunden en una profunda nostalgia de la que ya no se salir si tu no estás.
Tu marcha me ha enseñado que la vida quita y la vida da. Todos me dicen que hay que seguir, pero… ¿Cómo se hace? ¿Cómo se sigue cuando sabes que el único hombre que te va a amar de forma incondicional ya no está?
Sí, ese eres tú. Tú, el hombre que siempre estaba allí para recogerme cuando caía, para secar mis lágrimas cuando lloraba, para darme una palabra de ánimo cuando la necesitaba, para celebrar mis victorias. Tú, mi padre. Un alma que se fue, pero que siempre está presente en todo lo que en mi vida sucede. Tú y tu ausencia, mi vacío y mi todo.
Porque en esta carta quisiera decirte cuanto te añoro, te quiero y espero que vuelvas. Porque aún, tras tantos años de ausencia, aún sabiendo que debo resignarme a ella, espero que vuelvas a entrar. Que abras la puerta con el mismo sigilo de siempre, aún cuando son las tres de la tarde; que vuelvas a tocar dos veces con los nudillos antes de entrar en casa. Aún espero que vuelvas a mirarme con tus ojos azules, vivos y limpios como siempre lo has hecho.
Aún espero que vuelvas a hacerme sentir tan grande como siempre lo hacías. Porque ya no he vuelto a sentirme así, soy pequeña, papá. Soy muy pequeña… pequeña y torpe, así me siento desde el día que te marchaste. Aquel día que me dejaste sola.
¿Por qué no me esperaste? ...Sólo un día papá, solo tenías que esperarme un día.
¿Recueras mis últimas palabras? Yo las recuerdo perfectamente, … Mañana vengo a verte… esas fueron mis palabras, pero aún espero, después de tantos años; aún espero sentada a que mañana llegue para volver a verte, volver a abrazarte y sentir tu último beso sobre mi mejilla.
Ojalá, siempre juntos tu y yo, papá.


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